viernes, 1 de junio de 2012

Hace ya algunos años…

Que tiene lugar esta historia. Los primeros recuerdos de pesca que tengo son de pesca de cachuelos en una Zona abulense en el río Tiétar, acompañado de mi padre y en algunas ocasiones de uno de los más grandes maestros que he tenido, el señor Felipe. Río estrecho, con corriente y pescado con anzuelos diminutos, una tarrina de gusano blanco y un flotador más o menos estilizado de corcho: No había nada mejor para sujetar el cebo en medio de esa corriente. Como plomo una espiral de plomo que se cortaba a voluntad. Los incautos pececillos se autoclavaban en su mayor parte contra la veleta de corcho. Lo siguiente… la carpa y con ellos los primeros “avances tecnológicos”, carretes sagarra y cañas de fibra de vidrio con anillas. Para mí la de 5 metros, pero incluso teníamos una de 7, que era imposible de sujetar, salvo puesta en una horquilla de hierro que fabricó mi padre con esmero. Como veletas las fabricadas a mano con el palo de los cohetes de las fiestas, que se buscaba con ahínco. Pero la tecnología seguía y encontramos las primeras fabricadas en plástico, alargadas y… con pintura fluorescente, ¡se podían ver mucho mejor!
Se pescaba con masilla, lombriz y con patata cocida: mejor la roja y de huerta que no tuviese “esos polvos de fertilizante”. Y la verdad es que se llevaban 2 o 3, más o menos cocidas y blancas o rojas, casi siempre iba mejor la roja. La “tecnología” seguía avanzando y las masillas de pan se fueron cambiando por las aromatizadas con anís embotellado y coloreadas con azafrán o en su defecto colorante alimentario, que preparada mi madre con esmero.
Pero había que atraer a los peces y para eso se utilizaba el trigo cocido. Una bolsa con él suelto y otra… aglutinado con pan mojado. Se empezaba a oír hablar de los engodos, bueno, en aquel tiempo en Toledo era… recebo, pero eran caros, se decía que muy caros y el trigo funcionaba casi siempre.
A los lugares de pesca se llegaba en autobús, la mochila para 2, el cubito con el trigo y las 2 o 3 cañas de anillas sujetas con uno o 2 “pulpos” cabían perfectamente en el maletero. Y empezó el gusanillo de los concursos y… hasta éramos varios los niños que íbamos!! 
Se sorteaba el sitio, se buscaba una piedra para sentarse, se desplegaba la caña, se miraba el fondo con los plomos, trigo al agua tras la señal y… a pescar. Y a veces hasta ganabas!! Pero de ahí se iba a los provinciales y… siempre te ganaban y casi siempre eran los mismos y ahí vino otro descubrimiento… el tirachinas para cebos, que después se llamó tirador. “Ese tirachinas vale mucho dinero, porque es especial”, decían, “no valen los fabricados”. Y los que ganan usan recebo de bolsa!! Y entonces llegó otro cebo estrella, que no se había usado antes y… que era barato! El maíz. Se compraba congelado y posteriormente lo vimos también en lata. Y ya eran mayoría los que soltaban los peces, aunque no había ningún problema en dar 2 o 3 carpas a los que se las querían comer. Cómo debía oler el maletero del autobús con los peces metidos allí.
En casa llegaba la revista Cañasport, que te la mandaban si te federabas y que mirabas y remirabas y a veces en tiendas de pesca había revistas que a veces estaban en francés o en inglés y hablaban de cosas tan raras que no habríamos entendido ni aunque estuviesen en español. Qué de cosas! Y eso tiene que funcionar! Pero estoy seguro que como mi sagarra ninguno, ni siquiera esos tan modernos.
Así continuamos durante muchos años, los sagarra finalmente fueron cambiados por otros más sensibles, a veces también bastante menos duros, las veletas pasaron a ser de “pera” más sensibles y pequeñas y ya se compraban en tiendas. Eso cuando se pescaba con ellas, porque la pesca a fondo, en ocasiones era lo que mejor funcionaba, lanzabas más lejos, valía casi cualquier caña más bien corta y el cascabel de los inicios se cambió por mirar la puntilla. Los anzuelos se seguían comprando o bien montados o mejor aún en cajas de cartón para ser atados en casa y almacenados en corcheras. Aparecieron revistas que se compraban de cuando en cuando y se comenzó a hablar de pescar sin carrete, mientras casi todos pensábamos que un pez o bien se suelta, parte el hilo o… la caña. Pero eso formará parte de otra historia. Para terminar, sólo decir que esos años, en muchas ocasiones son añorados por su sencillez, pero sobre todo por la ilusión que despertaban en la familia entera, porque mi madre nos acompañaba y mi hermana, aún pequeña, comenzaba a pescar también.


Publicado anteriormente por mí en el foro de Butarque.

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